lunes, 25 de abril de 2011

SEMANA SANTA


Bueno, ya pasó la Semana Santa; para algunos una época de descanso, fiesta, regocijo, desenfreno, consumo y todas aquellas actividades con las que desvirtuamos las festividades mas trascendentes para evitar enfrentarnos cara a cara con nuestra propia vida, existencia a la que van referidas sus alegorías; para otros la conmemoración de la mas sublime muestra de la excepcionalidad del personaje de Jesús y el valor de su mensaje dirigido a lo mas profundo de nuestras conciencias, una maravillosa ocasión para meditar y llevar a cabo un profundo examen personal.
En Navidades celebrábamos el nacimiento de un hombre hecho dios, ahora conmemoramos el nacimiento de un dios hecho hombre, la metamorfosis del ser limitado por el tiempo y el espacio que es la vida, cuyo cuerpo dolorido por los golpes, vejado hasta la humillación mas absoluta, libera en una última exhalación su más maravillosa esencia, su espíritu ilimitado, infinito y eterno, mas allá de las cadenas de la existencia.
Nos muestra lo fútil de la vida frente a la eternidad del alma divina que compartimos y sella definitivamente el pacto entre Dios y el hombre, no con la sangre del hijo de Abraham, a quien el Señor consideró pedía demasiado sacrificio, así pues inmola a su propio hijo en el altar del hombre, dando así un paso adelante en la muestra de su amor incondicional por nosotros, abriendo para siempre la puerta a su morada.
El hecho de repetirse un año tras otro este impresionante y simbólico rito iniciático en cualquiera de sus variantes, no merma en absoluto el valor de su mensaje que precisa su significado al mezclar sus dramáticas escenas con nuestra experiencia mas íntima.

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